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Nidos de abejas extinguidas

El jable es un inmenso yacimiento paleontológico. Tapizando amplias extensiones de suelo aparecen conchas vacías de caracoles terrestres, que corresponden a varios géneros y especies, algunas extintas pero la mayoría aún presentes.
También son extraordinariamente abundantes unas pequeñas estructuras en forma de tonel, de unos 20-50 mm de longitud y 35-50 mm de anchura, hechas de arena y limo cementado, que presentan generalmente una apertura por uno de sus extremos. Aunque no hay unanimidad científica, generalmente se interpretan como nidos de abejas extinguidas del género Anthophora, en la actualidad representado en el mundo por más de 450 especies.
Los insectos hacían estos nidos enterrados en la arena y en cada uno de ellos depositaban un solo huevo. El agujero lateral corresponde al sitio donde eclosionó el insecto adulto, aunque pueden encontrarse nidos aún cerrados. Algunos autores estiman que también estaban involucradas abejas del género Eucera así como otras que no han podido ser identificadas.
Recientemente se ha señalado la posibilidad de que en realidad no se trata de nidos de abejas, sino de langostas (saltamontes) que periódicamente llegaban (como lo hicieron hasta hace pocos decenios) en enormes cantidades del norte de África.
Donde todos los expertos coinciden es en el significado paleoclimático de la presencia de estos nidos: habrían sido construidos durante fases climáticas más húmedas que las actuales, con tal vez 200-500 litros por metro cuadrado de precipitaciones al año y, por consiguiente, una vegetación más desarrollada que en la actualidad. En este ambiente tropical las abejas o las langostas habrían buscado para sus nidos zonas bien iluminadas y cálidas, más o menos libres de la cubierta vegetal.