cuevas ajuy

Cuevas de Ajuy

Los acantilados de Ajuy fueron declarados Monumento Natural en 1994, como parte del Parque Rural de Betancuria. El espacio destaca por su interés geológico, paleontológico y etnográfico, así como por la belleza de su agreste paisaje.

Aparentemente estamos en una playa más, en un pequeño pueblo de pescadores embutido entre acantilados. ¿Qué es lo que hace diferente a Ajuy de otros lugares? Básicamente sus piedras. Porque estos paredones de extrañas formas orientados al poniente atlántico son una auténtica aula al aire libre para los interesados en el estudio del nacimiento de Canarias.

Empezamos el sendero desde el parking gratuito acondicionado junto al mar, bien señalizado desde que se llega a la localidad, dirección “Cuevas de Ajuy”. Al lado pueden verse dos restaurados hornos de cal. Desde aquí caminamos por la playa de arenas negras en dirección al risco, por donde sube el sendero.

En esta margen derecha de la desembocadura del barranco se alza vertical una pared pétrea cuya roca presenta un fuerte bandeado a franjas claras y oscuras. Son sedimentos de fondo oceánico formados en la época de los dinosaurios hace unos 170 millones de años, los materiales más antiguos de Canarias. Forman parte del complejo basal sobre el que se asientan las islas, visible en escasos lugares del Archipiélago.

Una cancela da paso al sendero ascendente. A medio camino de esta rampa aparece roca blanca diferente. Son dunas fósiles del Plioceno (Calcarenitas) formadas por restos fósiles de conchas, caparazones y algas. Arena marina solidificada que por incidencia de la erosión da lugar a formaciones muy curiosas. Entre ellas hay estratos de aluviones, fragmentos de roca transportados barranco abajo por efecto del agua de lluvia torrencial en épocas geológicas. Y más adelante, por encima de ellas, se asientan las arenas de una playa levantada a más de 14 metros sobre el nivel del mar actual, rica en fósiles con una edad aproximada de 5 millones de años.

Desde allí el sendero, perfectamente señalizado nos lleva a los hornos de cal, al embarcadero, a la cantera de piedra sienita y a las grandes cuevas de Caleta la Negra.

Al regreso es posible subir por el barranco para llegar hasta la boca de un túnel, nunca concluido, que pretendía comunicar el pueblo con las cuevas para facilitar el transporte del material a los barcos.

Recomendaciones y advertencias:

Es muy peligroso acercarse demasiado al borde del acantilado. También hay que prestar mucha atención si se baja a las cuevas, pues las escaleras pueden estar húmedas por efecto de su cercanía al mar y provocar graves resbalones.