La llegada del molino americano a Fuerteventura es relativamente reciente, pues se implantó a comienzos del siglo XX.
Con el viento como aliado, permitió sustituir las tradicionales norias “de sangre”, movidas por burros o camellos, favoreciendo la extracción del agua de los pozos para cultivos de regadío como la alfalfa, las papas y los tomates, algunos de estos últimos variedades autóctonas como los pequeños y exquisitos de “huevo de gallo”.
Todavía en pleno siglo XXI siguen muchos de estos molinos en uso luciendo en rojo el nombre de la que en 1888 fue primera marca comercial del mundo: The Aermotor Chicago.
Hacia 1960 había cerca de 500 pozos con aeromotor y todavía hoy siguen en uso 184, la mayoría en el centro de Fuerteventura (Tuineje y Antigua).
Pero la instalación de motores de gasoil y la sobreexplotación de los acuíferos, responsable de un exceso de sal en el agua superior a los 10 gramos por litro, está condenando a la ruina a estos bellos ejemplos de arqueología industrial agrícola.