Parece un castillo en ruinas, pero en realidad es la torre de un viejo molino de viento, utilizado para moler el cereal y elaborar harinas y gofios.
Los primeros de estos ingenios se introdujeron en Fuerteventura entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, importando la tipología típica de los molinos de La Mancha. Muy parecido por tanto a los molinos contra los que luchó Don Quijote.
Consta de una torre circular de mampostería, realizada con piedra, barro y cal. Estaba coronado por una caperuza de madera, que giraba por medio de un timón, orientando las cuatro aspas al viento.
Los molinos de la isla están declarados Bien de Interés Cultural por Decreto 162/1994, de 29 de julio, con categoría de monumento.