Ruta por el casco histórico-artístico
Como ya defendió con pasión el escritor Miguel de Unamuno durante sus meses de destierro en Fuerteventura, en 1924, la localidad no responde al dicho popular de que “en Pájara no hay pájaros”. Nada más llegar al entorno de la iglesia parroquial, un alegre bullicio de gorriones morunos, herrerillos y tórtolas turcas y senegalesas recibe al viajero. Las resecas tierras circundantes dejan aquí paso a un exuberante jardín, el más bello de Fuerteventura, dominado por frondosos laureles de Indias, palmeras canarias, rosas chinas y buganvillas multicolores.
Camino hacia Toto
La ruta transcurre por el lecho del barranco de Pájara, un sendero señalizado como la etapa 5 del GR 131 dentro de la red de Caminos Naturales de Fuerteventura. Se trata de una rambla entre adormecidos campos de cultivo, prodigio de la inteligencia de los majoreros en una lucha victoriosa contra el desierto. Esas pequeñas tierras rodeadas por modestos muros de tierra se denominan gavias. La empinada calle del barrio de Toto nos dirige hacia la iglesia de San Antonio de Padua, entre cuyos laureles se vuelve a escuchar al raro herrerillo majorero.
Enseguida aparecen gavias adormecidas y cinco molinos americanos. Un viejo pino canario crece a la vera del camino, junto a muros de piedra donde a nuestro paso se refugian saltarinas las ardillas morunas.
Otra sorpresa nos depara el camino. El vuelo tan frágil como hermoso de uno de los seres vivos más bellos de Canarias, la mariposa monarca. La misma que protagoniza gigantescas migraciones entre Estados Unidos y México.
Subida a la Degollada de los Granadillos
Junto a un chozo de pastores restaurado se ha construido un merendero que invita a coger fuerzas antes de iniciar la ascensión del barranco de Tequereyde o Terequey. Son laderas cubiertas por un interesante tabaibal dulce donde se refugian perdices morunas y es fácil ver al busardo ratonero o aguililla, siempre atento y gritón. Junto a la senda descubrimos interesantes plantas como lavandas, romeros marinos, joraos, esparragueras y tederas. También pequeñas aves como la confiada tarabilla canaria, fácil de ver pues está siempre atenta a cualquier insecto en lo alto de las plantas y piedras, o la curruca tomillera. De los antiguos bosques de acebuches canarios que poblaban estas montañas hace 2.000 años apenas quedan ya unos poco ejemplares en las zonas más inaccesibles.
Siguiendo el sendero coronamos fácilmente la Degollada de los Granadillos, punto más alto de la ruta y límite con el vecino término municipal de Betancuria. Hasta aquí han sido 5 kilómetros y apenas hora y media de paseo. Cabe la posibilidad de regresar a Pájara por donde hemos venido, pero proponemos seguir el camino y bajar hacia a la presa de Las Peñitas para completar la ruta circular.
Conquistadores y milagros
Al fondo del valle caminamos entre altísimas palmeras canarias centenarias, limoneros e incluso guayaberos de dulce olor. El embalse, colmatado por los sedimentos de las lluvias torrenciales, ha sido colonizado por un apretado tarajal donde todavía puede escucharse en primavera a la cada vez más rara tórtola europea. En el cielo es fácil distinguir la silueta del guirre o alimoche canario.
Pasamos con cuidado sobre el muro de la presa para descender por el sendero que lleva a la bella ermita de la Virgen de la Peña, patrona de Fuerteventura con fama de milagrosa. La pequeña edificación blanca hace aún más espectacular este histórico desfiladero por donde ascendieron los primeros conquistadores europeos de la isla a comienzos del siglo XV.
Palmeras históricas
A la salida del barranco de Mal Paso se abre el caserío de Buen Paso, un pequeño jardín botánico donde la Administración trata de recuperar entre viejas palmeras la vegetación termófila original.
Vuelta a Pájara
Desde Buen Paso tomamos la carretera hacia Mézquez y luego seguimos con cuidado por la cuneta hacia Pájara. Justo donde la vía cruza el barranco, en la zona conocida como Majadas Negras, alcanzamos un camino sin asfaltar a la izquierda que nos dirige hacia la Finca de la Novia. Allí volveremos a ver campos de gavias, los restos de un molino y de un horno de cal, antes de entrar de nuevo al casco histórico de Pájara.